Esplendores…


Era feliz total en sus avales
al colectar las ánforas de Samos
y libros de incunables medievales
sin importar los costos ni reclamos.
 
Feliz también por la pasión preclara
de mantener sobre su alfombra persa
una estatua de mármol de Carrara
por su pasión artística y diversa.
 
Gustaba de las bellas porcelanas
del rubí, del zafiro y del topacio
con hermosas cariátides romanas
sosteniendo con gracia su palacio.
 
Su palacio entre lagos y jardines
de bosques perfumados de azahares
y arroyitos alegres, cantarines
como oda de rapsodas y juglares.
 
La envidia era de condes y marqueses
contentos de vivir de sus favores
inclinados, dispuestos y corteses
para admirar de cerca sus primores.
 
Más de pronto perdió sus esplendores
y se esfumó su mundo placentero
pues despertó en el parque y con dolores
entre harapos el viejo pordiosero.
 
Ernesto Cárdenas.

Comentarios

  1. ¡Oh había sido el sueño de un pordiosero! ¡Genial!
    Por un momento pensé que era Belisario a quien Justiniano ordenó sacarle los ojos y después de haber sido General del Imperio Bizantino, terminó pidiendo limosna.
    Oh, no me esperaba este final, a medida que iba leyendo, trataba de sacar al personaje referido, me guiaba por el palacio; pensé en Nabucodonosor, luego en Belisario, Este último era el que mejor encajaba en la descripción. Ya al final, cuando despierta en un parque, ahí ya leí que todo había sido un sueño
    Wow! Me dejaste sin palabras, lo has escrito de manera tan magnífica, despertando el interés que no pensé nunca que iba a tener ese final.
    ¡Sensacional mi buen amigo! Grandioso!!
    Palmas para ti!!

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