Fauquier de tinville... el fiscal de la muerte.

Después que escribí un poema sobre la vida y muerte de Madame Du Barry, quise saber, investigar quien la juzgó con tanta saña, quien la arrastró al patíbulo con tan poca compasión y descubrí algo más, y no solo el nombre del fiscal acusador que era Antoine Quentín Fouquier de Tinville, sino su historia que tiene matices de castigos divinos.

Pude constatar que este fiscal fue el mismo que tiempo atrás había condenado a morir a Carlota Corday, que todos recordarán porque fue la que dio muerte a Marat, al cual también escribí un poema, fue el mismo que condenó a muerte a los girondinos por simpatizar con el rey, el mismo que condenara a la reina María Antonieta y a otros cientos de personas a la guillotina.
Pues bien, para mi sorpresa (y no niego que con alguna satisfacción) evidencié que en su momento fue juzgado, y luego de tantas condenas de muerte que firmó, la suya también fue firmada para morir de la misma forma, haciendo fiel aquella vieja cita de "El que a hierro mata a hierro muere".

La única defensa de este fiscal, Fauquier de Tinville fue decir...

"No soy yo quien debe estar aquí, sino los jefes que me dieron órdenes que yo ejecuté"

Y pienso que se pudo haber negado, porque esa también era otra opción.

Y ya explicado esto... mi poema.


Fue el filo de un tribunal
de terribles conclusiones
por funestas decisiones
siempre acabadas en mal,
fue el acusador fatal
del infeliz sin la gracia
frente a aquella burocracia
de acciones irrazonables
que hacían inseparables
la pena de la desgracia.

Era lo frío, esa forma
de acusar sin paralelos
de multiplicar los duelos
sin escapar de la horma
de esa cruda plataforma
donde juzgar era un vicio
un gusto por el oficio
de hacer daño sin conciencia
por la sola complacencia
de un contumaz ejercicio.

Asesinar fue su meta
sin variantes en los tonos
con malicia y con enconos
de crueldad por receta
hacer sufrir su etiqueta
en cada exacta ocasión
sin dar nunca absolución
en su infame veredicto
que siempre oscuro y estricto
no supo de compasión.

Así mandó hasta el cadalso
a la Du Barry en su inquina
y a una reina en la mezquina
manera de hacer rebalso
con lo esteril, con lo falso
de su dedo acusador
pues nunca tuvo el valor
de un corazón sensitivo
que noble y equitativo
reconociera el error.

Sin embargo aquél evento
tuvo su ocaso y un fin
pues se terminó el festín
por otro razonamiento
donde cambió el argumento
de juzgar la vida ajena
para verse en otra escena
donde no pudo juzgar
porque le tocó implorar
al enfrentar su condena.

Y tuvo el mismo proceso
de los otros acusados
que fueron incriminados
por su abuso en el exceso
porque existe un contrapeso
que en los destinos indaga
hiriendo como una daga
en su total simetría
porque el mal que se hace un día
tarde o temprano se paga.

Ernesto Cárdenas…

Comentarios

  1. Y tuvo el mismo proceso
    de los otros acusados
    que fueron incriminados
    por su abuso en el exceso
    porque existe un contrapeso
    que en los destinos indaga
    hiriendo como una daga
    en su total simetría
    porque el mal que se hace un día
    tarde o temprano se paga.

    ¡Bien merecido el castigo!
    Sensacional poema en magníficas espinelas, relatando la historia siniestra del siglo XVIII, no solo es admirable por el dominio de su estructura, sino por los grandes conocimientos culturales que exhibe!
    Fantástico poeta!
    Aplausos!!

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